miércoles, 30 de abril de 2008

Tropecé y el parar me ayudó a pensar

En el primer articulo que escribí, cuestionaba el sentido de la imaginación en el ser humano. Me preguntaba la relación que existía entre la imaginación y las emociones, pero después de estar indagando un poco sobre el tema, me afloraron recuerdos.

Tenia 13 años y estaba en la clase de matemáticas que impartía Don Rafael, un señor con el pelo negro la piel muy moreno del sol y un bigote que muy bien cuidado reforzaba los rasgos de lo que en aquel entonces era un caballero.

Ese día había un examen de matemáticas, me estaban "enseñando" el mundo de las ecuaciones y se suponía que yo debía de saber hacerlas porque habíamos estado practicando toda la semana en clase a base de ejercicios.

Pues bien, debo reconocer que lo de atender a alguien que habla mucho no es mi fuerte, no se si la palabra es aburrimiento, porque yo no me aburría, simplemente la voz con ritmo me hacia concentrarme en lo que creía mas importante, podía ser desde relacionarme con el compañero que tenia a mi lado, hasta reírme solo al soñar despierto.

Ese día, los pupitres de madera contrachapada verde, con las patas de hierro y sus sillas a juego, había que separarlas para hacer el examen.

Cogí el lápiz amarillo con rayas negras y la mina 2b, agache la cabeza y empecé a leer, recuerdo que había 5 preguntas, tenia que responder tres si quería al menos un detalle, recuerdo que 2 eran muy chorras, de esas que solo con media antena puesta durante la semana las respondí. el tercero era un problema que se había hecho en clase y me dije para mí, tengo que hacer memoria, porque es una putadilla que teniendo dos, no conteste a la tercera, así que encontré un aliciente.

Recuerdo que el problema me daba la oportunidad de poder poner un resultado aproximado, esto me ayudaba mucho a la hora de discurrir el problema, ya que lo único que tenia que hacer eran formulas hasta que me diera ese resultado o uno mas aproximado que en su defecto sería el correcto, así que me puse manos a la obra, no paraba de borrar, sumar, restar, multiplicar, conseguía montones de resultados, unos mas cercanos y otros mas lejanos.

La mayoría de los compañeros de clase ya habían terminado sus exámenes, y yo seguía erre que erre. De pronto el profesor dijo...entreguen los exámenes, a lo que respondí....un segundo por favor, que de verdad que casi lo tengo.

Don Rafael me miraba con cara de extraño, sabía que era raro que yo estuviera tan entusiasmado, así que me dejo un poco mas, cuando de rrepente entre suma y resta que no había que hacer, bualá, resultado al canto. No se porqué, pero sabía que el resultado que había escogido era el correcto, así que emocionado le dije, por favor quiero que me corrija el examen, después de un largo baño de lágrimas por parte del profesor, diciendo que eso no era justo para los demás compañeros, este cedió.

Cual fue mi sorpresa, acostumbrado a escuchar, está mal o bien, cuando me dice, David si eres capaz de decirme como llegaste al resultado te pongo un sobresaliente........


Solo aquellos que logren abstraerse lo justo para no caer en el mundo de la fantasía pero si rebotar en el de la inferencia serán capaces de saber vivir una realidad plena, en el que la persona y el cerebro, caminarán de la mano por los caminos que la sociedad construye.


Aunque no lo creáis, este articulo lo empecé a escribir por el final.

2 comentarios:

Ezequiel dijo...

Querido David:
Es la primera vez que leo algo tuyo, la verdad es que me has dejado sorprendido, tienes madera, bastante.
Lo único que te reprocho es creáis del final, tenemos que escribir tal como hablamos, o al menos lo pienso yo.
Un abrazo
Ezequiel

David dijo...

Gracias Ezequiel, siempre me han gustado las criticas constructivas y se que tú sabes hacerlas, un abrazo y gracias, en mis proximas reflexiones lo tendré encuenta.